A TRABAJAR

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Mi estupendo taller-cocina

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sábado, 19 de octubre de 2013

UNA MESA PARA LUCIA

Ya llevaba algún tiempo sin construir ningún mueble y tenía el gusanillo bastante activo.  La ocasión se presentó con mi sobrinita Lucía.   Necesitaba una mesa adecuada a su corta edad en la que empezar a hacer los deberes.   Las medidas iniciales para el pedido eran 60 x 60 para el tablero y también 60 de altura.

Así que, visita a la tienda de madera a por el listón de las patas, ya que para el resto reutilizaría algún material sobrante que guardaba de otros trabajos.

Este es el despiece después de cortar los listones, aunque me tomé la libertad de alterar el diseño inicial que me parecía demasiado cuadrado, así que dejé el tablero con una medidas de 60 x 50.


En los travesaños hice unas cajas sobre las que luego irán esas pequeñas clavijas que sujetarán el sobre a la estructura dejando que la madera pueda expandirse y contraerse sin problemas.   Posiblemente no sea necesario porque el tamaño es reducido, pero esto para mí no es un trabajo, sino un divertimento, y ya que se hace, prefiero hacerlo bien.


La forma de ensamblar las patas a los travesaños es, como se ve, utilizando una cola de milano deslizante,   dejándolo algo descentrado de forma que el travesaño quede luego cerca del borde del listón.   Además practiqué un rebaje en el ángulo que queda entre las cajas para luego añadirle un refuerzo a la unión.


Tras hacer los mecanizados fresé todos los cantos de manera que quedaran todos redondeados.   Es un mueble para niños y no me gustan las esquinas.   Después llegó el encolado, primero las patas de dos en dos.


Y luego los dos pares de patas  se encolaron entre sí.   Es el problema de no tener más gatos de ese tamaño, pero tampoco hay prisa, como ya dije esto es una diversión y no hay plazos de entrega.


Secado todo el conjunto de patas, tocaba poner el sobre en si sitio.


Y añadir los refuerzos atornillados y encolados, tanto a la pata como a los travesaños.



La mesa recién nacida erguida sobre sus patas.


Tras visitar a mi hermano para ver el color de los muebles de la habitación de Lucía, y compararlos con las muestras de color que llevaba, llegó la primera sorpresa.   
- Lucía ¿qué color te gusta más?
- Rrrrrrrojo (... ostras yo sólo había pensado teñirla con algún color de madera...)

Asi que decidido a comprar un esmalte rojo, al final en la tienda me ofrecieron un tinte rojo que ya me dejó más tranquilo.  Al final se vería la madera de todas formas.

Así quedó el tinte.



Luego tocaba barnizar.   En todos estos trabajos de pintura aproveché para estrenar esta estación de pintura que me regalé para mi cumpleaños.   Resulta una herramienta muy fácil de usar y mi miedo a usarla por lo difícil que sería limpiarla tras cada uso resultó ser infundado, prácticamente se limpia sola añadiendo agua al depósito una vez vacío de pintura y haciéndola funcionar así.   Otro de los miedos era que pudiera hacer una nube de pintura que terminara manchándolo todo, pero este aparato consigue una gran concentración de la pintura y la nube simplemente no existe.
 

Eso si, una pequeña protección hay que ponerla siempre.   Un cartón procedente de una tienda de bicicletas fue suficiente, teniendo el cuidado de tapar los agujeros de la caja con cinta de carrocero.   Y, aunque no se ve, le añadí unos tornillos en las patas de forma que la madera no descansara sobre el cartón para evitar que terminaran pegándose entre sí conforme fuera secando la pintura.


Además el chorro de aire que sale de la máquina es caliente consiguiendo que el secado se acelere.





Como se ve en esta fotografía sólo se ha manchado el cartón, tal como estaba previsto.


Para el cajón mi mujer ha elegido este tirador tan original con forma de oveja, muy adecuado para un mueble infantil.


Y esta es la mesa el día de su entrega en casa del abuelo, aprovechando que nos reuníamos en su casa.   Como veis no le ha faltado tiempo a Lucía para empezar a darle uso.   Lástima que no disponía de mi cámara y he tenido que hacer la foto con el móvil.




DE VUELTA A LA VIDA

Paseando por mi pueblo una mañana de sábado me llamaron la atención unos listones blanquecinos al lado de un contenedor.   Al acercarme noté que eran de una mesita de teka que habían abandonado debido a su mal estado.   Lo cierto es que la apariencia era lamentable, todas las patas estaban flojas y su color era muy, muy blanquecino.   

De hecho, mi mujer me avisó:  "ni se te ocurra que te veo", "eso no entra en casa".   Así que allí se quedó, solita otra vez junto al contenedor.

Y nosotros nos fuimos a tomar el aperitivo del sábado, uno de esos placeres que la vida te da. Pero al terminar, tocaba insistir "venga vamos a por ella, que seguro que tiene arreglo".   Que si, que no, que si, que no.   Al final vino para casa, con la promesa de que al final se tendría que vender.

En realidad algo de razón tenía, porque ni siquiera le hice fotos de tan sucia y estropeada que estaba.

Así que la primera acción fue conseguir estabilidad.   Las patas son de las que llevan unas escuadras metálicas y bastó un apretón con la llave inglesa para que la mesa se quedara tiesa como el palo de la bandera.

A continuación una buena lijada para eliminar el polvo acumulado de años aguantando la intemperie en algún balcón.

De esto si que hice una foto, ¡ya parece algo más razonable!.


Ahora sólo hacía falta nutrir esa madera tan reseca.   Tres pasadas con aceite de teka fueron suficientes para darle este bonito aspecto.


Y, tal como sospechaba, cuando salió a relucir la madera que siempre había estado ahí esperando sólo un poco de atención, la cosa cambió.

"Oye, que de venderla nada, eh?"   "que me la quedo para el balcón".   Y como es natural con la mujer no se discute, le hacemos un hueco y tan amigos.

De vuelta a la vida, por muchos años.



SOPORTE PARA PILAS

En casa estamos bastante concienciados con el reciclaje, aunque pienso que lo mejor no es reciclar sino reutilizar.   Y es que no es lo mismo.   Valga como ejemplo el vidrio.   No hace tanto, cuando comprábamos la bebida, llevábamos el envase vacío a la tienda y nos descontaban su importe del valor de la compra, incluso en las grandes superficies había una máquina automática donde metíamos las botellas y nos devolvía su valor en efectivo.   Eso es reutilizar, el mismo envase volvía a utilizarse una y otra vez.   Ahora lo que se hace es tirar la botella vacía al contenedor de vidrio, en el que se rompe, para luego llevar esos vidrios rotos a la empresa que vuelve a fundirlo para fabricar de nuevo otra botella, esto es reciclaje y, aunque no está mal, creo que se queda muy por detrás de la reutilización.   Obviamente lo que no concebimos en casa es tirar el vidrio a la basura como si fuera algo inservible.

Aplicando la misma lógica, en el caso de las pilas lo mejor no es tirar las pilas tradicionales en los contenedores adecuados, esta es en mi opinión la opción menos mala,  sino utilizar pilas recargables que si bien son algo más caras te permiten reutilizarlas una y otra vez utilizando un pequeño cargador.   Por si acaso, aclaro que no hay lugar para la opción de tirar las pilas viejas a la basura porque las sustancias que contienen envenenan los acuíferos y al final terminamos bebiendo agua o comiendo hortalizas con estos aditivos altamente cancerígenos.

Así que siempre tenemos pilas recargadas y preparadas para su uso cuando se agotan las que están en funcionamiento.   El problema es que al final terminan rodando por algún cajón en el que van a parar al fondo fuera del alcance de la vista o cayendo de la estantería donde las tienes reservadas.

Harto de las pilas viajeras, se me ocurrió fabricar un simple contenedor con un trozo de listón donde tenerlas en perfecto estado de revista.   Muy simple, pero efectivo.   Las pilas nómadas se han convertido en sedentarias.



HOY TOCA RESTAURACION 2ª parte

Ya hace algún tiempo colgué cómo había reparado el pomo de una olla (http://brico-carpinteria.blogspot.com.es/2011/06/hoy-toca-restauracion.

En realidad fue algo muy sencillo y, al final, el invento ha cedido, aunque teniendo 
en cuenta que la primera restauración se hizo en junio de 2011, tampoco está mal 
que haya aguantado dos años.

En esa ocasión fabriqué un pomo al que le introduje, a golpe de martillo, una 
pequeña tuerca que roscaba sobre el pivote roscado de la tapa de la olla.   Y es esa 
tuerca la que ha terminado por comerse su alojamiento perdiendo así la sujeción. 

Así que tocaba una solución más fuerte.   Ya que lo que ha fallado es la sujeción de 
la tuerca en su alojamiento, es justamente eso lo que hay que corregir.   Así que, visita
a la ferretería a por los materiales que veis más abajo:   un pomo, una tuerca de embutir 
y un tornillo del mismo diámetro que la rosca interior de la tuerca (el trozo de varilla 
roscada con dos tuercas que se ve a la derecha es el accesorio que utilizo para introducir 
la tuerca de embutir ayudándome con el taladro columna).


Tras hacer un taladro ciego, más o menos en el centro del pomo, se introduce la tuerca lo más vertical posible.


Y eliminamos el tornillito central que tiene la tapa taladrando desde el lado interno.   A mi me gusta hacer varias pasadas de taladro, empezando con uno pequeño para ir subiendo a diámetros de broca mayores, hasta conseguir el que se necesita.   Así sufre menos la broca y disminuye peligro de enganchar la broca al material, lo que nos puede propinar algún susto.


Esto ya es alta ingeniería.   Tenemos la tapa con su agujero, el pomo con su tuerca interna y un tornillo para unirlo todo.




Y este es el resultado final.   La olla con su tapa ya puede volver a su trabajo en los fogones por poco más de un euro.   Esto seguro que aguanta más de dos años.







jueves, 21 de marzo de 2013

TAPAS PARA TIMBALES

Los que ya me conocéis sabéis que, junto a la afición por la carpintería doméstica, comparto la afición por la música.   En esta ocasión he podido conjugar ambas pasiones elaborando unas tapas para proteger los parches de los timbales.

La premisa fundamental ha sido conseguir que fueran unas tapas ligeras, por lo que he optado por tablero contrachapado de 10 mm.   Pero también hacía falta que la superficie en contacto con los parches fuera acolchada, por lo que elegí una capa de fieltro, intercalando entre la madera y el fieltro una capa adicional de goma eva, que añadía un plus de seguridad al contacto con la zona a percutir del instrumento.

El primer reto era conseguir unas circunferencias perfectas y del diámetro apropiado para cada uno de los cuatro timbales sinfónicos de que disponemos.   La primera opción fue la sierra de calar con un compás realizado al efecto, pero en mi caso al usar esta herramienta la hoja de la sierra siempre termina por perder la verticalidad.  Desde luego algo debo andar haciendo mal pero no encuentro remedio para este problema y el caso es que mi caladora también es Bosch y la hoja era nueva para la ocasión, con gran progresión de corte y todo lo necesario según la lógica.   Pero bueno, olvidemos eso de momento.   

Al final recurrí a la fresadora.   Para esta herramienta todavía no me he fabricado ningún útil para cortes curvos, pero esto se soluciona rápido con un retal de tablero.   Se atornilla la base de la fresadora al retal, una vez fijada la herramienta y con la misma fresa que se va a utilizar se hace un agujero pasante y ya sólo resta medir la distancia desde la parte interior del agujero para hacer las perforaciones donde fijaremos el tornillo que hará de centro de la circunferencia.   El resto es dar pasadas a distinta profundidad cuidando que el tornillo que hace de centro no se salga, por lo que recomiendo seguir la dirección de las manillas del reloj de forma que el tornillo cada vez se introduce más y no hay riesgo de escape.


Después de pasar la fresadora a las cuatro planchas de contrachapado ya tenemos los círculos para las tapas.   

Los más avezados ya habrán echado algo en falta ... la montaña de serrín que se genera fresando, parece mentira como puede salir tanto, pero es el peaje a pagar.   Además el suelo adquiere un brillo que ni el mejor fregasuelos.


Anduve mirando por internet cómo se podían rotular las tapas de forma rápida y sencilla.   La solución que encontré es ésta:   en el ordenador creas el rótulo, una vez que está a tu gusto se gira 180º para que se imprima del revés, vamos lo que se viene en llamar efecto espejo en algunas impresoras.   Se coloca con la parte impresa sobre el tablero, para lo que conviene fijarlo con cinta de carrocero para que no se mueva durante el proceso, y a continuación se aplica disolvente con un trapo, de forma que vaya mojando poco a poco el folio y vamos ejerciendo presión para que la tinta se vaya pegando en la madera.   De esta manera tan sencilla el rótulo se trasfiere del papel a la madera.   Aunque hay que ser generoso con el disolvente, tampoco hay que pasarse porque nos podemos  cargar el folio y terminar haciendo un pan como unas tortas.

Como se ve más abajo, al ir mojando el folio la transferencia ya queda del derecho.


En cuanto al tipo de impresora, probé a hacerlo con una impresora de chorro de tinta y no funcionó bien.   Sin embargo utilizando una impresora láser el texto se transfirió sin problemas, seguramente por el distinto tipo de tinta que usan, ya que en el primer caso se trata de tinta líquida y en el segundo es tóner.


Una vez que tenemos seguridad de que la transferencia se ha completado, se puede retirar el papel y dejar secar el disolvente que aun puede quedar en la madera.




Ya sólo queda proteger la madera con un buen barniz, que últimamente estamos haciendo muchos conciertos y estos trastos se llevan muchos golpes y arañazos.


Tras haber completado el trabajo de carpintería, estuve cabilando la mejor forma de cortar tanto la goma eva como el fieltro y al final lo solucioné fabricando OTRO COMPÁS.   Un simple listón al que agregué en un extremo una pieza para poder anclar un cutter, añadiendo otra pieza que sirviera para fijar el centro del círculo.   Como en el caso de la fresadora, los distintos diámetros se consiguen fijando el centro a distintas distancias, midiendo el radio desde la parte interior de la cuchilla del cutter hasta el centro.


Aunque no se aprecia muy bien en la foto, el cachivache tiene un rebaje en el que se aloja el cutter, evitando así que pueda moverse durante el corte.


Otro asunto a evitar era que la pieza del centro pudiera moverse durante el proceso.   Este inconveniente lo solucioné añadiendo esos clavos de cabeza perdida, de forma que, al situarlo sobre la goma eva y con una pequeña presión, el centro quedaba asegurado.


Y como muestra un botón, ahí está el compás funcionando a las mil maravillas.


A los más observadores tengo que darles la razón.   En efecto, la inclinación del cútter no permite cortar en el sentido de las manillas del reloj como había hecho con la fresadora, así que tuve que ir con cuidado de que el tornillo que garantiza el centro no llegara nunca a desenroscarse.   Tampoco fue tan difícil, sólo había que apretarlo después de cortar cada pieza para evitar cualquier posible susto.


El resto ya sólo era cuestión de adhesivo.   Pegamento de contacto en spray y hacer casar las piezas, como reza el refrán "cada oveja con su pareja".   Aunque fue necesario añadir la medida en pulgadas de cada tapa para que mis compañeros percusionistas las pudieran identificar mejor, por eso salen de otro tono.   El problema fue que, al hacer la transferencia después de haber barnizado, la falta de porosidad no permitió el correcto pase de la tinta, por lo que tuve que repasar los números con rotulador permanente y volver a barnizar para proteger la nueva impresión.

Y este es el resultado final del anverso y del reverso de las tapas.